Vea lo que
pasa cuando se confía en los cronopios. Apenas lo
habían nombrado Director General de Radiodifusión,
este cronopio llamó a unos traductores de la calle
San Martín y les hizo traducir todos los textos,
avisos y canciones al rumano, lengua no muy popular
en la Argentina.
A las ocho de la mañana los
famas empezaron a encender sus receptores, deseosos
de escuchar los boletines así como los anuncios del
Geniol y del Aceite Cocinero que es de todos el
primero. Y los escucharon, pero en rumano, de modo
que solamente entendían la marca del producto.
Profundamente asombrados, los
famas sacudían los receptores pero todo seguía en
rumano, hasta el tango Esta noche me emborracho, y el
teléfono de la Dirección General de Radiodifusión
estaba atendido por una señorita que contestaba en
rumano a las clamorosas reclamaciones, con lo cual se
fomentaba una confusión padre.
Enterado de esto el Superior
Gobierno mandó a fusilar al cronopio que así
mancillaba las tradiciones de la patria. Por
desgracia el pelotón estaba formado por cronopios
conscriptos, que en vez de tirar sobre el ex Director
General lo hicieron sobre la muchedumbre congregada
en la Plaza de Mayo, con tan buena puntería que
bajaron a seis oficiales de marina y a un farmacéutico.
Acudió un pelotón de famas, el cronopio fue
debidamente fusilado, y en su reemplazo se designó a
un distinguido autor de canciones folklóricas y de
un ensayo sobre la materia gris. Este fama restableció
el idioma nacional en la radiotelefonía, pero pasó
que los famas habían perdido la confianza y casi no
encendían los receptores. Muchos famas, pesimistas
por naturaleza, habían comprado diccionarios y
manuales de rumano, así como vidas del rey Carol y
de la señora Lupescu. El rumano se puso de moda a
pesar de la cólera del Superior Gobierno, y a la
tumba del cronopio iban furtivamente delegaciones que
dejaban caer sus lágrimas y sus tarjetas donde
proliferaban nombres conocidos en Bucarest, ciudad de
filatelistas y atentados.
Historias
de Cronopios y de Famas
Julio
Cortazar